miércoles, 18 de julio de 2012

Hollywood, las razias y varias más


El verdadero rock and roll huele a pantaletas 
húmedas, cerveza y perfume barato. 
Steven Tyler

Los conciertos en estadios acá en el desierto no eran cosa muy frecuente por ahí de principios de los noventa, digamos que por año había tal vez un concierto, no sé. Vino Soda Stereo allá por el 88 del siglo pasado, después algunos en bares donde no dejaban entrar a menores de edad o que estaban a muy altos precios, aquellos de los Enanitos Verdes o de Maná, cuando irrumpía el rock de los no-ventas.

Entonces la banda pacheca estaba siempre en constante búsqueda del sonido de las guitarras aunque estuvieran tocadas con las patas, la cosa era pasarla bien por un rato y en la comarca la cosa era y sigue siendo muy poco alentadora, ¿por qué? Tal vez porque el fenómeno del rock de este lado de la tortilla sea muy poco apreciado, las bandas son y serán siempre amateurs y los que más o menos suenan bien se convierten en rockstars demasiado pronto, dejando el rock de manera prematura, por ahí embarazan a alguna groupie y el rock se acaba, misterios de la vida.

Pero mientras todos fuimos jóvenes y más pendejos que hoy en día, íbamos a buscar cualquier lugar donde más o menos sonara una banda en vivo y los precios fueran tan bajos como la calidad musical de los grupos que ahí amenazaban.

Desde el centro social de los Tahoneros, la Casa de la Cultura (la que estaba sobre el bulevar Constitución), y el Teatro Garibay, hasta un lugar lúgubre llamado Hollywood, que estaba enfrente de un psiquiátrico.

Todos estos lugares eran cuasi hoyos funkies, lugares sudorosos y sucios donde el sonido era pésimo y las bandas puro ruido, la mayoría tocaban speed, trash, dead o cualquier variación del rock más pesado o gutural, donde el slam era mala leche y los chingazos eran muy duros, lo bueno era que la mayoría de la banda ahí reunida bebía libremente desde charanda sin etiqueta hasta las caguamas tibias en bolsa de plástico y ya dopados no sentían lo duro sino lo escupido en la cara.

Yo personalmente vi en el Hollywood a los de "seguridad" tranquilizando a la raza a base de batazos, fajes furibundos en el mínimo espacio del escenario de la Casa de la Cultura, donde se vendía chemo pal que no traía su pomo en la mochila, músicos golpeándose con gente del fino público y pendejos que se aventaban del escenario y que nadie los cachara, vi en los Tahoneros güeyes tirados en los baños llenos de mierda y rompí paños de mesas de billar en el Tarek y mingitorios llenos de miados.

Conocí tan bien ese mundillo nefasto del rock en La Laguna, que yo mismo me aventé a armar en algún tiempo conciertos, con los mínimos resultados por supuesto, donde terminabas poniendo de tu bolsa. El sueño de todas las bandas era salir en MTv latino aunque tocaran tan mal que ni sus mamás los iban a ver, sólo algunas groupies más feas que un perro, pero que a la hora de las chelas y el toque de guarumo se ponían sabrosonas. Las bandas por supuesto no querían abrir ningún evento, "psss cómo, si nosotros ya hasta demo tenemos", decían los muy ingenuos.

Hoy en día le he perdido la huella a estos lugares, no se si todavía existan o sigan funcionando como "lugares de rock", no sé si se siga tocando el rock mas ruidoso y chinga tímpanos; con la institucionalidad del rock de estadios o de sus estacionamientos cada año hay un evento que patrocina una marca de cerveza donde lo que menos se escucha es verdadero rock, no sé si los chavos de hoy sigan siendo fieles a ese sonido, y es que es más facil ir a ver a una banda sinaloense o a algún baladista de moda, como en mis tiempos, con precios absurdos y lugares elitistas. Como sea, el rock en La Laguna nunca existió.

miércoles, 11 de julio de 2012

Pablo Gaytán


Pablo Gaytán desde niño se interesó por lo militar. Los uniformes verde olivo, las botas altas con amarres de paracaidista y cintas de nylon, las marchas y las bandas de guerra, las armas de fuego y la férrea disiplina. Pablo Gaytán siempre quizo ser soldado.

Pablo se enlistó en el ejército méxicano muy joven, pronto cambió su grado militar de soldado a cabo, su determinación y ganas de superarse en el ejército le dieron la oportunidad de ser visto por los oficiales mayores que le preveían futuro en las fuerzas armadas.

Pablo llegó en muy poco tiempo a sargento primero, su tropa lo veía ya como alguien dispuesto a superar las marcas de los tiempos para llegar a lo más alto, era reconocido y trabajaba duro para lograrlo, Pablo estaba ávido de logros y riquezas.

Pablo en sus días francos iba a Torreón a visitar a su familia, salía con sus primos a emborracharse por las polvorientas calles de la comarca de mediados de los años setenta, tenía un auto grande que llenaba de cerveza y fumaba mariguana que el mismo conseguía, era conocido por el rumbo y su presencia dura era temida por el resto de los malandros de la región, Pablo se sabía fuerte y lo demostraba cada que tenía oportunidad.

Con el tiempo a Pablo le interesó el dinero, con su conocimiento sobre lo militar y a causa de su gusto cada vez más marcado por las drogas se le hizo fácil robar un banco del centro de Torreón, ese día el negocio le salió redondo, nadie lo reconoció y el atraco resultó perfecto. Pablo dejó el ejército al poco tiempo y se dedicó al robo y a la venta de drogas, con sus contactos en la armada recorría el norte del país y en poco tiempo se volvió un narcotraficante temido y respetado, ahora Pablo era el jefe.

Pablo junto con algunos de sus primos se transformaron en reconocidos traficantes a nivel nacional, el ejército al enterarse de que este soldado estaba ahora traficando mariguana lo comenzó a perseguir por todo el norte de México, la persecución duró dos años en los que Pablo vivió a todo tren, tuvo tres hijos no reconocidos y su influencia se sentía no sólo en Torreón sino en los estados de Chihuahua, Nuevo León y Tamaulipas, donde fue una leyenda.

Pablo Gaytán murió a principios de los años ochenta en una emboscada del ejército en la ciudad de Reynosa Tamaulipas junto con otro de los primos Gaytán, sus cuerpos fueron enviados a Torreón donde fue enterrado en una pequeña tumba sin señas, por primera vez en muchos años Pablo Gaytán volvió al anonimato, donde seguramente no descansa en paz.