domingo, 5 de diciembre de 2010

El rock de la cárcel

Prisionero de ti
vivo buscándote en la sombría
caverna de mi agonía.
Xavier Villaurrutia


Aquí te roban todo, primero la voz, luego los colores, la vista se va acostumbrando a los grises y de repente ni el cielo tiene color, por una rendija de los barrotes se cuela a veces una luz que es caricia, el pinche frío es más duro acá adentro, como normalmente entro intoxicado, al otro día las crudas son de muerte, tiemblo y boqueo como pez fuera del agua, una cobija que ni un perro te aceptaría por pinche mugrosa te cae a toda madre pa cobijarte, si traes dinero o cigarros eres jefe, nadie te molesta, pero acá el miedo es tan penetrante que se queda pegado a las paredes, todos los respiramos, hasta los que te amenazan pa quitarte lo poco que tienes, todos somos unas mierdas, todo huele a mierda, animales intoxicados de adrenalina, una mirada mal interpretada y se arma la madriza, estoy hecho bolita en un rincón, estoy vomitando sobre mi propia ropa, algo de calor hay ahí, hasta entre la mierda hay clases, alguien le habla al celador, pide me trasladen a un hospital, se les va a quedar aquí este pendejo les dice, el celador hecha una miradita como quien ve a un perro muerto, que se chingue por atascado, dice, ya sabemos los que hemos estado aquí más de una vez, que al rato cae alguien de AA, pa darte algo de comer y luego tirarte un choro, nadie viene por mí, nadie sabe que estoy acá, a nadie le sorprende allá afuera mi ausencia, no es la primera vez que me dejo de ver por días, pero esta vez me hace falta estar afuera, en posición fetal trato de recordar el líquido amniótico, una vida diferente, una razón diferente para no desear morir ahí, como estoy deseando ahora en esta tumba colectiva donde los muertos gritamos a una calle donde nadie nos escucha, donde nadie nos espera.

martes, 2 de noviembre de 2010

Nostalgia por el table dance

Eres la libertad y el equilibrio; no sujetas ni detienes a nadie
no sometes a los recuerdos ni a la esp
era.
Eres pura presencia, fluidez, perpetuidad.
Canonicemos a las putas/ Jaime Sabines

Allá por el año 2001, año en que según la ficción de las películas todos andaríamos en autos voladores y las vueltas a luna serían cosa común, su acá escribiente estaba regresando al rancho electrónico de Torreón después de un largo encierro por las áridas fronteras del norte de esta especie de país, después de sesiones de choques eléctricos de cable de estéreo conectado a la energía 220 y viviendo de cerquita lo que después se le llamaría narcocultura, mi sombra y yo estábamos de regreso tratando de recuperar algo de lo perdido en las guerras síquicas.

Para festejar un grupo de amigos me invitarían a un lugar donde en el pasado yo era no solo visitante sino casi mi segunda casa, "el zorro azul", lugar de solaz y esparcimiento donde bailaba mi amada Miroslava, nombre de batalla de una hermosa regiomontana que en sus épocas de gloria salia a bailar al tubo en un vestido rojo, igual al que luego le vi en un video a Biritney Spears. Era ella puro fuego, un demonio que dejaba la pista calientita con olor a azufre mezclado con una cosa que se untaban en el cuerpo las bailarinas que nunca supe que era pero te dejaba el cuerpo brilloso y con brillitos, era pues su esencia como polvo estelar y calor de hogar.

Pero eso era en el pasado, esa vez ya no estaba Miroslava, ya no era el zorro azul que yo recordaba en mis encierros con rechinar de dientes, ora era un lugar oscuro, caro, donde las chatas no se encueraban!, se dejaban el bikini y no se veía nada porque nomás arriba de la pista sólo las podías ver a través de un láser, no mames! decía yo mientras veía a los meseros cobrando de más y a las bailarinas queriendo beber a huevo a tus costillas, no, eso no era mi zorro azul, en mis tiemposhh hijitoshh, la Miros y la Abril, te fiaban el privadito, te regalaban el arrimón por una cajetilla de cigarros, se sentaban a beber contigo pa platicar, sin cobrar extra, te esperaban a la salida y no te sableaban cuando te quedabas dormido en el motel, no, eran putas sanas, limpias, buena onda y cariñosas con el respetable, esto ya no era por amor.

Salí de allí preguntándome qué había sido del amor al arte, porque bailar en el tubo es un arte como lo saben los que han visto con asombro a una mujer colgando solo sostenida por la fuerza de sus piernas, dando giros increíbles al ritmo de still loving you de scorpions, con los brazos en forma de cruz invertida, como lo hacía Miroslava, un ser de carne y fuego que me tatuó sus labios en una noche antes del fin del mundo allá por 1999, puro apocalipsis, pura entrega ciega, puro extender la mano pidiendo un pan a la diosa del tubo, puro amor.


domingo, 17 de octubre de 2010

Bob Marley en taxi

La ganja sale de la tierra así que no puede ser mala
BOB MAR
LEY


Saltillo Coahuila puede ser una ciudad tan tranquila que a veces parece que ahí no pasa nada, pero en ocasiones te puedes encontrar a los personajes más increíbles en los momentos más extraños.

Tomaba un taxi después de una feria del libro o algo así, iba para el hotel o a casa de alguien, no lo recuerdo, la cosa es que sin pensar mucho le pido a un taxi se detenga y lo abordo. Lo primero que detecto al subirme es la estampita de un Bob Marley sonriente y afable pegado justo debajo del espejo retrovisor, el conductor me mira y me dice, lo conoce? sí claro es Bob Marley, a güevoo me dice el chofer, el gran Marley, le gusta su música? sí me encanta el reggae contesto, en seguida como si le hubiera pedido poner al jamaicano, el chofis pone un disco de Marley en su carro, enseguida se escucha Exodus, exodus: movement of jah people oh-oh-oh, yeah-eah!

Empezamos a platicar de Robert Nesta, de la religión rasta y la espiritualidad de sus letras y de la mota como auxiliar en los viajes. fumas? pregunta, cuando alguien la ofrece contesto, noto un brillo peculiar en sus ojos, hasta ese momento me doy cuenta que además el carro trae una vibra especial, y no era la vibración del rastaman sino que ahí en ese vehículo se han cometido algunos crímenes de todos tamaños. el chofer enseguida dice, no te agüitas si te invito un toque? es cortesía de la casa, sonrío nervioso y le digo: órale pero cómo le hacemos? esperando un semáforo el conductor saca un porro ya armando y con una habilidad que sólo da la práctica prende el porrito al mismo tiempo que maneja a dos manos. sobres me dice después de darle una caladota al taco, le sigo la corriente y le fumo como no, de rato ya estamos con que no woman no cry, de repente se me hace largo el pinche camino, estamos dando vueltas por la ciudad, hace rato que el que lleva la nave (literalmente) apagó el taximetro, orita somos como hermanos y el buen Bob va de piloto, nos lleva de la mano y la hermandad universal nos hace vernos con un brillo especial en una ciudad opaca, el taxi trae llantas de terciopelo, ni un bache, ni un bordo, de repente flotamos, se acaba el porro, se para el taxi, aquí mero le digo, es tanto, aquí está mi fon por si te ofrece algo, llámame, no te abriste y eso me gusto de ti cabrón me dice casi con lágrimas en los ojos, órale, estamos en contacto, cuídate, le doy un abrazo y me despido del maestro, que me sonríe bonachón y casi miro la estampita guiñándome un ojo. el taxi se va flotando y yo también.

miércoles, 25 de agosto de 2010

pantalones humeantes vs. pikachú (la batalla final)

La confusión es el dios
la locura es el dios
la paz permanente de la vida
es la paz permanente de la muerte
Abraza la oscuridad /Charles Bukowski


Todo el terreno estaba listo para la batalla final, pantalones humeantes daría su mejor batalla a un pikachú gigante que estaba sobre la montaña, pero antes de eso nuestro héroe se llenaría de energía donde repta el reptil, donde la iguana da su luz, donde el minotauro hablaría a sus fieles junto con sus elfos de compañía, una noche en un Monterrey frío que se llenó de calor por el elíxir que la vida nos empuja hasta el fondo del cogote.

Llegando siendo un hombre, por gracia del líquido sagrado que el minotauro le dio, transformose el pantalones humeantes, el héroe lagunero, en saliendo del templo de la iguana, ya transformado en el etíloco eroe, así sin h, caminó y se arrastró, dado que varias veces se cayó, en busca del pikachú de la montaña sagrada, pinche pikachú ora sí vas a saber quién manda, dicen que balbuceaba el erue.

en llegando cuenta la leyenda, mientras caminaba sobre el agua fiera de los templos, con ayuda de un cuate, pantalones de humo, que no las formas de humo que son otras, buscaba con afán al enemigo amarillo y oriental, he aquí que lo encontró, como contaban las historias sobre la montaña, caminó pantalones, se cayó el guey de pantalones pero lo alcanzó, lo quiso derribar de una patada, lo empujó, le dio una patada en los huevos, pero parece que los pikachus no tienen porque el monote ni se inmutó. después de horas de lucha pantalones se rindió, ni pex y bajó la montaña jurando venganza futura apoyado por las hadas del bosque (mágico) y se dio a la fuga rumbo a Saltillork, donde juran las hadas al otro día se levantó sin recordar ni madres, ni del pikachú de la montaña ni de las hadas, ni del minotauro ni de ni madres, pos qué le dieron cabrón.

domingo, 11 de julio de 2010

Un hoyo dentro de otro hoyo

Atraidos por el haz de luz
los insectos se consumen
en el fondo del jardín
la luz que buscan los destruye,
otros sueñan con escapar
y se adentran en la sombra
pero habran de hallar su fin
en una mantis religiosa.
La Barranca - Rendición



Ciudad Juárez es una tumba, una tumba polvosa y fría, una tumba colectiva, Juárez es el lugar ideal donde los sueños mueren apenas son expresados, mueren al extremo del clima, al calor que agusana las heridas en minutos, al frío que congela los huesos.

1998, casi una década de recuerdos ajenos, viviendo sobre la ola que se fue a romper aquella noche después de que los días se fueran tan rápido que el sol era ajeno a mis ojos, noches a pie y sobre cansadas bestias, noches sin alas, con el cuervo atorado en el pecho, yo era entonces un hoyo a donde daba miedo asomarse, no por el vacío sino por el reflejo, daba miedo conocerse, había de huir y me aventé con los ojos cerrados, lejos de mí mismo arrastrándome a mí mismo, llevándome mi abandono, era un hoyo dentro de otro cuando llegue a Juárez, me fui a vivir a una casa sin ventanas, sin puertas para salir, donde los alacranes bajaban de las paredes, alacranes negros que yo mismo hacía cada noche y guardaba en mi boca por las mañanas, para buscar el calor de la ciudad la caminé en medio de sus nevadas, me hice de una piel azul que aún conservo, me hice de un arma que aún cargo, magnum 357 con cañón recortado, con la que una vez le volé la cabeza al tigre que cargaba en mi espalda. ¿A quién mataste?, me preguntaban los juarenses, a mí mismo, les contestaba con las manos llenas de sangre, cada noche con el cañón de la pistola apuntando a mi cabeza recordaba quién era yo antes de adentrarme a la sombra y decidí regresar una día sin que nadie me viera, sin que nadie ya recordara el rechinar de mis dientes, el enloquecedor dolor de la abstinencia.

Volví un día como hoy hace 10 años, soy el mismo.

sábado, 3 de julio de 2010

Pateando lunas en la casa de los espejos

El Distrito es una ciudad que visito con mucho gusto, me encanta el caos y ahí lo encuentras bajo la nata gris que sobrevuela sus edificios. Llegar e instalarnos en la casa de los espejos que comandaba el gran Julio, gato cuasi humano al que sólo le faltaba hablar y beber contigo, el resto lo hacía desde sus ojos brillantes, siempre teniéndonos lástima por ser tan humanos.

El motivo de viajar era muy simple, estrechar manos y abrazar cuerpos que sólo tan lejos podías encontrar. La casa de los espejos era mujer, mujer por donde la vieras, yo tan extraño ahí como un mal que llega sin anunciarse, me hice de un sillón y un remedio para la tos, que si no te la quita se te olvida, y el olvido es algo que me asusta tanto como el recuerdo de no tener el recuerdo fresco, de tratar de que alguien ahí, donde se multiplican las sombras tenga que recordarte que pasó aquella noche donde volando por Reforma vi un ángel tan dorado que me sacó de la memoria sus alas, tan alta que pude haber querido ir a besarle los pechos oxidados.

Llegando al lugar de los sacrificios, ahí donde la herida sería abierta, mientras hacía fila, salió el león de mi pecho y las lunas que sostenían el lugar las fui derribando a patadas. El lugar no cayó, porque la sangre es muy espesa y la salva, quise conocer sus entrañas y me pasee por sus tripas, vi el escenario desde arriba y me aventé a un público imaginario que no me cachó, pero me quedé dormido esperando que llegaran los demás. Mientras las botas pasaban sobre mi cuerpo yo soñaba que un grupo de ángeles me mecían con un riff de guitarra gibson, justo antes del estallar de luces en el escenario recobré mi cuerpo y pude ver el final de dos horas atravesadas por palabras que parecían navajas, todos sangramos, pero todos fuimos felices.

Al día siguiente todavía tuvimos la suficiente cordura para caminar por el animal herido que es la ciudad buscando direcciones falsas, por pura intuición y como guiados por demonios llegamos a una casa donde nos esperaban los amigos de la herida de la noche anterior y los pascuales, ¿pascuales? Después de un déja vù de carnes asada a la chilanga, regresamos a Torreón con el recuerdo intacto y unas cuantas lágrimas que prometían volver a las tripas de la vida, al intenso sonar del esqueleto, al reventar de tímpanos y a la risa chimuela y triste de la desesperante vida que no nos alcanza para decir ¡salud!

Amén.