jueves, 27 de septiembre de 2012

Memoria del table


Bebimos y vivimos
de musas nos hartamos
tocamos las costillas 
de nuestra muerte joven.
Real de Catorce




Para mis amigos muertos



Ahora que en Torreón van a cerrar los table dance no pude más que soltar una lagrimita por los buenos tiempos perdidos en estos lugares de solaz y esparcimiento.

Por principio de cuentas tuve la suerte de estar en estos lugares cuando todavía existía cierta ingenuidad en todos los que asistíamos a ellos, no existían aún los abusos que tiempo después se dejaban ver entre las bailarinas con los clientes o la gente de seguridad o hasta el güey ese que hablaba por el micrófono dándonos el nombre artístico de la fémina que paseaba sus curvas por la pasarela en turno.

De estas noches entre el neón y las tangas hay miles de historias, desde El Paulitos donde entraban los albañiles con bicicleta que dejaban recargada en una de las paredes del lugar mientras entraban todavía con el pantalón lleno de mezcla del jale y con esas manos callosas con las que manoseaban a mujeres que ya habían visto sus mejores días y sus cuerpos ya no eran tan firmes, ahí vi el miedo de ellas, ebrias, muy borrachas quitándose la ropa a traspiés, cayéndose del escenario y que los mismos tipos las regresaran, con los pubis monstruosos, sin pudor ni estética, con los cuerpos flácidos y los senos caídos, todo ahí era un horror de criaturas buscando lo que ahí no había, belleza.

Ahí más bien la idea era desprenderse de sí mismo, que la embriaguez fuera tan dolorosa como ver a una mujer desnuda vomitando tras bastidores, ahí en el Paulitos de finales de los noventa todos buscábamos la muerte y si nos llevábamos a alguien entre las patas mejor, la cosa era no sentirse solo.

Después vinieron otros lugares como El Jaguar, más nice y más caro, lugar limpio que hasta ofrecía buffet, ¿te imaginas estar comiendo mientras unas nalgas extranjeras se te pegaban en la nariz? La verdad nunca entendí esa idea, pero parece que a los ejecutivos les gustaba cerrar tratos ahí, el mejor lugar para estrechar manos.

Mi lugar favorito era el Blue Fox, lugar donde cada viernes religiosamente asistía, ahí con la gente de la empresa donde trabajaba, mientras el humo y el alcohol nos recorrían, el camino al infierno lo construíamos a base de gastar dinero que no era nuestro con mujeres que tampoco lo serían, ahí sí llegué a ver a verdaderas artistas del tubo, increíbles atletas del erotismo y diosas del "raspadito". 

Ahí las mujeres todavía en esos tiempos platicaban contigo sin afán de quererte cobrar las bebidas, lo hacían por cariño hacia ti, que sin esperar nada a cambio platicaban sobre la zozobra de ser carne de cañón y una quimera, un sueño de brandy y cigarros importados, ahí todavía había fe en el futuro. Canonicemos pues a las teiboleras, que en mejores antros estén, amén.